Alguien reprocho a Diogenes «Te dedicas a la filosofía y nada sabes» él le respondió: «Aspiro a saber, y eso es justamente la filosofía»

viernes, 7 de septiembre de 2012

El Ceibo: la oveja vegetal


Ceiba Trichistandra. Parque Nacional Machalilla, Manabi.
Foto de Pete Oxford para National Geographic

El cálido viento de las vacaciones mengua su soplido y, con el, la costa se despide hasta el próximo feriado lo suficientemente largo como para regresar a respirar su salino aire. Entre los recuerdos clásicos, aunque a veces desapercibidos, nos queda el colosal Ceibo.

El ceibo, con sus especies: Ceiba Pentandra y en especial Ceiba Trichistandra, es un árbol propio de la región costera ecuatoriana. Es de característica caducifolea (pierde las hojas una parte del año, durante la estación seca), llega a tener una altura de entre 20 a 40 metros con un diámetro de 1 a 2 metros –llegando a los 4 en algunos casos- y su floración, que forma racimos, es roja. Su fruto es capsular y llegado el momento se abre mostrando un copo de “algodón” al mismo tiempo que dispersa sus semillas. El tronco es fornido, de forma abombada y color verde.

Los ceibos son característicos del bosque seco del litoral. Su importancia ecológica es relevante en las zonas en donde crece. Las grandes raíces en las que se sostiene detienen la erosión del suelo,  su tronco leñoso absorbe grandes cantidades de agua en la época lluviosa y hace las veces de reservorio durante la época seca, filtrando el agua hacia la tierra y conservando así su buen estado. De igual forma este coloso sirve de habitad para muchas especies animales.

El poder visual del ceibo es impresionante. Basta salir de Guayaquil hacia la península para verlos, majestuosos, coronando una cima o regados en las planicies de arbustos secos en los que tienen pocos rivales. Leopoldo Benítez Vinueza los llama, con una metáfora sugerente como graciosa, la “oveja vegetal” por el vellón blanco que les cubre cuando cae su flor. Pero no hay duda que el mayor espectáculo de estos arboles, por el número y variedad de formas, lo encontramos en Manabí, y dentro de esta provincia de manera especial en Montecristi y Jipijapa. Ciertamente el paisaje seco de estas zonas perdería mucho de su esplendor sin la presencia del colosal Ceibo.

Su imponente forma no los salva del peligro. Su escasa “utilidad” –mas allá de su estética- representada por la “lana” que desprende para las ya casi extintas almohadas y colchones de lana de Ceibo, hacen que su conservación o cultivo no sea prioritario. La expansión de la frontera agrícola, la urbanización y las obras públicas lo ponen en peligro. Pocos arboles son tan representativos de una zona o región como lo es el ceibo, quizá encontremos su símil –aunque mas localizado- en el capulí azuayo, por lo que su conservación debe considerarse con la seriedad que amerita.

Referencias y más información:

ESPOL: arbol de Ceibo

El Ceibo, gigante que ayuda a equilibrar el ecosistema costero.

Doce especies de arboles que tienen madera guayaquileña