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Ceiba Trichistandra. Parque Nacional Machalilla, Manabi. Foto de Pete Oxford para National Geographic |
El cálido viento de las vacaciones mengua su soplido y, con el, la costa se despide hasta el próximo feriado lo suficientemente largo como para regresar a respirar su salino aire. Entre los recuerdos clásicos, aunque a veces desapercibidos, nos queda el colosal Ceibo.
El ceibo, con sus especies: Ceiba Pentandra y en especial Ceiba Trichistandra, es un árbol propio
de la región costera ecuatoriana. Es de característica caducifolea (pierde las
hojas una parte del año, durante la estación seca), llega a tener una altura de
entre 20 a 40 metros con un diámetro de 1 a 2 metros –llegando a los 4 en
algunos casos- y su floración, que forma racimos, es roja. Su fruto es capsular
y llegado el momento se abre mostrando un copo de “algodón” al mismo tiempo que
dispersa sus semillas. El tronco es fornido, de forma abombada y color verde.
Los ceibos son característicos
del bosque seco del litoral. Su importancia ecológica es relevante en las zonas
en donde crece. Las grandes raíces en las que se sostiene detienen la erosión
del suelo, su tronco leñoso absorbe
grandes cantidades de agua en la época lluviosa y hace las veces de reservorio
durante la época seca, filtrando el agua hacia la tierra y conservando así su
buen estado. De igual forma este coloso sirve de habitad para muchas especies
animales.
El poder visual del ceibo es
impresionante. Basta salir de Guayaquil hacia la península para verlos,
majestuosos, coronando una cima o regados en las planicies de arbustos secos en
los que tienen pocos rivales. Leopoldo Benítez Vinueza los llama, con una
metáfora sugerente como graciosa, la “oveja vegetal” por el vellón blanco que
les cubre cuando cae su flor. Pero no hay duda que el mayor espectáculo de estos
arboles, por el número y variedad de formas, lo encontramos en Manabí, y dentro
de esta provincia de manera especial en Montecristi y Jipijapa. Ciertamente el
paisaje seco de estas zonas perdería mucho de su esplendor sin la presencia del
colosal Ceibo.
Su imponente forma no los salva
del peligro. Su escasa “utilidad” –mas allá de su estética- representada por la
“lana” que desprende para las ya casi extintas almohadas y colchones de lana de
Ceibo, hacen que su conservación o cultivo no sea prioritario. La expansión de
la frontera agrícola, la urbanización y las obras públicas lo ponen en peligro.
Pocos arboles son tan representativos de una zona o región como lo es el ceibo,
quizá encontremos su símil –aunque mas localizado- en el capulí azuayo, por lo
que su conservación debe considerarse con la seriedad que amerita.
Referencias y más información:
El Ceibo, gigante que ayuda a equilibrar el ecosistema costero.
Doce especies de arboles que tienen madera guayaquileña
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