Alguien reprocho a Diogenes «Te dedicas a la filosofía y nada sabes» él le respondió: «Aspiro a saber, y eso es justamente la filosofía»

domingo, 7 de octubre de 2012

Más condumio!!




Tomando como base esta palabra, que algunos considerarán de poco gusto, pero que es muy decidora y, por sobre todo, precisa, voy a verter un par de ideas sobre la producción intelectual local. No soy experto en el tema (si lo fuera tampoco seria garantía), tan solo un diletante con un par de opiniones, el periódico en la mano y cierta molestia que se traduce en una brotada arteria cerca de la sien.

El diccionario de la RAE nos dice que condumio es: “Manjar que se come con pan, como cualquier cosa guisada.” Sin embargo, para los ecuatorianos, condumio designa de forma más clara, el relleno de alguna preparación culinaria. Efectivamente, ¡ponle nomás más condumio! se traduce en un dulce, empanada o preparación más sustanciosa. Por lo tanto sin condumio solo nos queda corteza y con ella poca satisfacción.

Las universidades, a grandes rasgos, se ubican dentro de dos grupos: formativas e investigativas. Las formativas las hay en todo el mundo y abundan en Latinoamérica; lo que buscan es generar personas con cierta preparación profesional que les dará cabida en el mundo laboral. Las investigativas, por otro lado, son las grandes universidades alrededor del mundo y gran parte de su presupuesto se dirige a la labor de generar conocimiento nuevo. Los ránquines universitarios mundiales toman como fundamento la investigación y es por eso que nuestras universidades no destacan en ellos. Salvo alguna excepción, la universidad latinoamericana se ve relegada.

Ahora bien, para que exista investigación, aunque sea una obviedad, se necesitan investigadores. Escritores de diversa índole existen. Debemos ser enfáticos en que cualquier producción intelectual es digna de aplauso pues constituye un esfuerzo que debe ser reconocido. Sobre eso, sin embargo, cabe decir algo: el trabajo grandioso se promocionará a si mismo y cualquier antipatía con el descubridor se toma como curiosidad al margen pues lo verdaderamente relevante ha sido su trabajo, los resultados de su investigación. En el caso del trabajo austero, es muy respetable, y debe promoverse; pero la lisonja de su productor ya es inadmisible. Dicho de otro modo: a quien no produce nada de verdadero valor y originalidad no podemos tratarlo como si lo hubiera hecho y, lo que es peor, alimentar su desfachatez aplaudiéndolo.

Si de algo peca Latinoamérica y, por ende el Ecuador, es de elevar a los altares a santos laicos sin formula de juicio. Muchas veces olvidamos a los escasos y dispersos hombres de ciencia nacionales y nos centramos en los productores mediáticos, aquellos que son conocidos principalmente por su visibilidad en medios de comunicación.

Se amparan estos autores bajo dos formas: farragosos o simples. Los primeros escriben en “difícil” para dar la ilusión de que se trata de un tema complejo y, el lector, al no entenderlo, traduce los contenidos como superiores; los segundos escriben mucho, dicen poco y usualmente no toman posición cuando hacen una crítica y así se garantizan la simpatía de todo tipo de personas. Como decía, no habría problema si estos autores ponderaran su aporte de forma coherente. Suele pasar lo contrario, es decir, sobrevaloran su aportación.

Como su celebridad es mediática mas que estrictamente intelectual, estos autores suelen ir acompañados de un sequito. Usualmente son “amplificadores,” que siguen con instrumentos propios el ritmo del autobombo del autor, y que gracias a su celebridad (¿?) pretenden que la gente los siga fundándose en el argumento de autoridad; tristemente el sequito se amplia en ves de ir tras los tambores y hacer una pira para disfrute de los transeúntes.

Dicho de otro modo: existen autores, muchos de ellos académicos en sentido estricto, que realizan un esfuerzo y tratan de expresar su gusto por lo que realizan a través de la elaboración de una obra. Algunos de ellos llegan a hacer trabajos originales y valiosos, otros no. Lo importante ciertamente es el esfuerzo y un sentido racional de la calidad. A todos ellos los aplaudimos. Ahora, de entre ellos, existen quienes se envanecen por un trabajo no necesariamente significativo y su ego se dilata. Estas personas usualmente se valen de terceros y de su notoriedad publica para promocionar sus obras de valía media y ganar cierto prestigio académico (?). Esto, por otro lado, ya no es admisible

Cómo comportase, entonces, ante esta situación. Pues hay dos maneras: aplaudir al trabajador honesto, publicitarlo y valorarlo y, por otro lado, no dar espacio a que se generalice una forma de producción intelectual que por sobre todo es acompañada de un trabajo marketero y publicitario (no hay nada en contra de publicitar el trabajo, el problema recae en que, una vez mordido el anzuelo vemos que el continente está casi vacío).

Por eso es necesario que pidamos más condumio. La carcasa, la linda edición, el trabajo pulido del diseñador o el bonito prologo de un amigo/conocido/pariente no nos dejará satisfechos cuando el autor es deshonesto con las limitaciones de su trabajo y se envanece. En tal virtud debemos exigir que el condumio sea considerable y del mejor gusto para así tener productos que nos brinden la más alta satisfacción. Cuando pasa esto se “diluye” el nombre del autor y la parafernalia mediática, tomando relevancia el trabajo.  Ojo con la yapa, y buen provecho!!