No es poco frecuente que cuando vemos noticias, ya sea por interés propio o porque las circunstancias lo ameritan, en el set de opinión esté presente el experto. Este individuo que sustenta su criterio en base a su formación y, más aún, a su experiencia, es quien de cierta forma dirige la opinión pública sobre un tema determinado. Una vez que estamos (in)cómodamente escuchando o viendo al/los protagonista(s) de la información, es importante que prestemos atención a quien la emite (individuo o grupo) y a su manejo.
De acuerdo a James Surowiecki, los grupos amplios suelen realizar mejores juicios que los grupos pequeños y centralizados (y por ende que los individuos) pues, entre otras cosas, un grupo amplio aporta diversidad de opinión, descentralización y combinación de juicios. De esta forma el error puede estar presente en la predicción hecha por el experto.
El acceso
a la información (característica de los expertos) tampoco es garantía de un
juicio acertado. De acuerdo a una encuesta realizada por la Fairleigh Dickinson
University a 612 nativos de New Jersey, en donde se comparaba las respuestas a
una encuesta sobre Egipto y Siria entre televidentes de Fox News y personas que
no ven noticias, se encontró que aquellos encuestados que no veían noticias
acertaban más que aquellos que si lo hacían.
Como vemos,
la experticia no basta para emitir juicios acertados. Tomar la palabra del
experto como cosa sentada podría ser equivocado. Consideremos primero que
el criterio de un grupo (un think
tank por ejemplo) podría dar mayores luces sobre un asunto en particular, y
luego que el acceso a la información no es base suficiente para “predecir”
comportamientos o hacer juicios futuros. El problema quizá se deba a la
centralización del criterio (visión en “tubo”) y a la excesiva confianza de los
expertos.
Lo antes
descrito nos puede enseñar, al menos dos cosas. Primero: quizá sea más oportuno
realizar juicios informados, tentativos y en el mejor de los casos socializados
para acercarnos más a la emisión de un juicio certero. Segundo: no es
suficiente que una persona sea conocida como “expert@” para darle la última
palabra sobre un asunto. Esto podría llevar a la falacia de autoridad, sesgando
nuestra visión y criterio sobre un tema.
La cuestión
no estriba en no hacer caso al experto sino en pedirle mayor rigor y que su
trabajo sea antes riguroso que artesanal. A la vez también nos llama a bajar
del pedestal a unos cuantos “expertos” de provincia que han hecho fama gracias
al favor público y al manejo mercadotécnico.
Referencias
Hartenstein,
M (2011) “Fox News
viewers less informed than those who don’t watch news at all: study”
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