Alguien reprocho a Diogenes «Te dedicas a la filosofía y nada sabes» él le respondió: «Aspiro a saber, y eso es justamente la filosofía»

jueves, 3 de octubre de 2013

Externalidades: valorando lo “marginal”



Asignar valores apropiados a bienes y servicios es fundamental en términos económicos y de justicia. Es precisamente a este punto al que se dirige el análisis de externalidades. Justamente sobre qué son, cómo nos afectan, quiénes las generan, cómo evaluarlas, etc. nos ocuparemos en esta ocasión al revisar, de forma sucinta, ciertas ideas centrales sobre el tema.

La producción es el proceso a través del cual, a partir de materias primas, se genera un producto final diferente respecto de los componentes que le dieron origen. En todo este proceso se generan externalidades. En términos generales, las externalidades consisten en costos o beneficios no considerados cuando una persona o industria toma una acción.

Imaginemos algunos ejemplos: una casa bonita en un barrio humilde, la producción de O2 y absorción de CO2 de una plantación comercial de arboles, el control demográfico debido a la educación femenina, etc. Todas las anteriores son externalidades positivas generadas a partir de una actividad particular. De otro lado: los residuos vertidos en un rio, la expulsión de gases contaminantes a la atmosfera por las industrias, la pérdida de cierto tipo de organismo por la expansión de la frontera agrícola, etc. Todas son externalidades negativas.

Las externalidades, dependiendo de cuales son, van a tener efectos particulares. Las positivas harán que personas y naturaleza se beneficien de los efectos de una acción, en tanto que las negativas se reflejan en perjuicios sociales, ambientales y ecológicos. Es importante considerar que las negativas se traducen en costos no solo para los productores, sino se reflejan en costos sociales p. ej. el agotamiento de una fuente de agua o la contaminación ambiental. El empresario que busca maximizar su ganancia y hacer que, en teoría, el consumidor maximice su utilidad (al consumir) no toma en cuenta estos costos porque no afectan el precio del producto a pesar de su impacto económico, social y ambiental al corto y largo plazo (Larrea 2006). Dicho de otro modo: el mercado marginaliza estos costos pues no afectan el precio.

La generación de estos efectos negativos nos afectan directamente. Pensemos lo siguiente: si construyo una planta industrial, no consideraré únicamente los beneficios en cuanto a: empleo, crecimiento del PIB, productividad, inversión, etc. sino ponderaré su puesta en marcha en base a las repercusiones sociales, ambientales y ecológicas que dicha acción podría tener. Surge así la pregunta de ¿cómo valorar tales costos?

Es posible valorarlos de alguna forma pero no se puede hacerlo en todos los casos. El asignar un valor monetario será posible únicamente con externalidades reversibles. Aunque bajo la misma lógica del mercado, es posible, desde luego, averiguar cuanto costaría restaurar los perjuicios generados por una determinada acción o el remplazo de cierto recurso agotado (Martinez-Alier 1998, 30); por ejemplo: se puede evaluar los costos de regenerar el suelo, bosque o potabilización de agua en determinados escenarios, pero no se puede asignar valor preciso y real a la pérdida de una especie o un hábitat.

A este proceso de asignación de valores monetarios se lo conoce como internalización de las externalidades. Con este mecanismo se llegan a conocer los costos “socializados” (afectan a todos los individuos) de determinada acción pero que no intervienen dentro de la lógica del mercado -asignándoles un valor- (Larrea 2006). Una vez internalizados los costos o beneficios de tal o cual acción y atribuidos a sus generadores (individuos, dueños de empresas, etc.) la racionalidad del mercado toma cauce nuevamente (Martinez-Alier 1998, 58). Lo contrario hubiese implicado desestimar factores y costos que, por no influir en el precio, eran marginalizados a pesar de sus repercusiones. Es necesario conocer y pensar en externalidades pues, finalmente, los costos son socializados pero las ganancias son concentradas (en los dueños de las industrias).

Un caso interesante e importante de análisis de externalidades es el de la Iniciativa Yasuní-ITT. Esta propuesta del gobierno ecuatoriano, planteada desde 2007, se refería, en términos generales, a la intensión de evitar la explotación petrolera de una parte del Parque Nacional Yasuní. La explotación implicaría emitir a la atmosfera 407 millones de toneladas métricas de dióxido de carbono producto de la combustión de 856 millones de barriles de petróleo. Dada la crisis ambiental que experimenta el planeta, valorar las externalidades negativas de esas emisiones es sumamente importante. El gobierno intentaba recaudar al menos un 50% de los ingresos que resultarían de la explotación solicitando la corresponsabilidad de la comunidad internacional. Sin embargo esta iniciativa fracasó. De esta forma se ve que a un costo antes no considerado (la emisión a la atmosfera) ahora se le asigna un precio y, por lo tanto, tiene valoración dentro de la economía de mercado.


Referencias:

Larrea, C (2008) Hacia una historia ecológica del Ecuador. Quito: Universidad Andina Simón Bolívar
Martinez-Alier, J (1998) Curso de Economía Ecológica. México: Organización de Naciones Unidas

domingo, 7 de octubre de 2012

Más condumio!!




Tomando como base esta palabra, que algunos considerarán de poco gusto, pero que es muy decidora y, por sobre todo, precisa, voy a verter un par de ideas sobre la producción intelectual local. No soy experto en el tema (si lo fuera tampoco seria garantía), tan solo un diletante con un par de opiniones, el periódico en la mano y cierta molestia que se traduce en una brotada arteria cerca de la sien.

El diccionario de la RAE nos dice que condumio es: “Manjar que se come con pan, como cualquier cosa guisada.” Sin embargo, para los ecuatorianos, condumio designa de forma más clara, el relleno de alguna preparación culinaria. Efectivamente, ¡ponle nomás más condumio! se traduce en un dulce, empanada o preparación más sustanciosa. Por lo tanto sin condumio solo nos queda corteza y con ella poca satisfacción.

Las universidades, a grandes rasgos, se ubican dentro de dos grupos: formativas e investigativas. Las formativas las hay en todo el mundo y abundan en Latinoamérica; lo que buscan es generar personas con cierta preparación profesional que les dará cabida en el mundo laboral. Las investigativas, por otro lado, son las grandes universidades alrededor del mundo y gran parte de su presupuesto se dirige a la labor de generar conocimiento nuevo. Los ránquines universitarios mundiales toman como fundamento la investigación y es por eso que nuestras universidades no destacan en ellos. Salvo alguna excepción, la universidad latinoamericana se ve relegada.

Ahora bien, para que exista investigación, aunque sea una obviedad, se necesitan investigadores. Escritores de diversa índole existen. Debemos ser enfáticos en que cualquier producción intelectual es digna de aplauso pues constituye un esfuerzo que debe ser reconocido. Sobre eso, sin embargo, cabe decir algo: el trabajo grandioso se promocionará a si mismo y cualquier antipatía con el descubridor se toma como curiosidad al margen pues lo verdaderamente relevante ha sido su trabajo, los resultados de su investigación. En el caso del trabajo austero, es muy respetable, y debe promoverse; pero la lisonja de su productor ya es inadmisible. Dicho de otro modo: a quien no produce nada de verdadero valor y originalidad no podemos tratarlo como si lo hubiera hecho y, lo que es peor, alimentar su desfachatez aplaudiéndolo.

Si de algo peca Latinoamérica y, por ende el Ecuador, es de elevar a los altares a santos laicos sin formula de juicio. Muchas veces olvidamos a los escasos y dispersos hombres de ciencia nacionales y nos centramos en los productores mediáticos, aquellos que son conocidos principalmente por su visibilidad en medios de comunicación.

Se amparan estos autores bajo dos formas: farragosos o simples. Los primeros escriben en “difícil” para dar la ilusión de que se trata de un tema complejo y, el lector, al no entenderlo, traduce los contenidos como superiores; los segundos escriben mucho, dicen poco y usualmente no toman posición cuando hacen una crítica y así se garantizan la simpatía de todo tipo de personas. Como decía, no habría problema si estos autores ponderaran su aporte de forma coherente. Suele pasar lo contrario, es decir, sobrevaloran su aportación.

Como su celebridad es mediática mas que estrictamente intelectual, estos autores suelen ir acompañados de un sequito. Usualmente son “amplificadores,” que siguen con instrumentos propios el ritmo del autobombo del autor, y que gracias a su celebridad (¿?) pretenden que la gente los siga fundándose en el argumento de autoridad; tristemente el sequito se amplia en ves de ir tras los tambores y hacer una pira para disfrute de los transeúntes.

Dicho de otro modo: existen autores, muchos de ellos académicos en sentido estricto, que realizan un esfuerzo y tratan de expresar su gusto por lo que realizan a través de la elaboración de una obra. Algunos de ellos llegan a hacer trabajos originales y valiosos, otros no. Lo importante ciertamente es el esfuerzo y un sentido racional de la calidad. A todos ellos los aplaudimos. Ahora, de entre ellos, existen quienes se envanecen por un trabajo no necesariamente significativo y su ego se dilata. Estas personas usualmente se valen de terceros y de su notoriedad publica para promocionar sus obras de valía media y ganar cierto prestigio académico (?). Esto, por otro lado, ya no es admisible

Cómo comportase, entonces, ante esta situación. Pues hay dos maneras: aplaudir al trabajador honesto, publicitarlo y valorarlo y, por otro lado, no dar espacio a que se generalice una forma de producción intelectual que por sobre todo es acompañada de un trabajo marketero y publicitario (no hay nada en contra de publicitar el trabajo, el problema recae en que, una vez mordido el anzuelo vemos que el continente está casi vacío).

Por eso es necesario que pidamos más condumio. La carcasa, la linda edición, el trabajo pulido del diseñador o el bonito prologo de un amigo/conocido/pariente no nos dejará satisfechos cuando el autor es deshonesto con las limitaciones de su trabajo y se envanece. En tal virtud debemos exigir que el condumio sea considerable y del mejor gusto para así tener productos que nos brinden la más alta satisfacción. Cuando pasa esto se “diluye” el nombre del autor y la parafernalia mediática, tomando relevancia el trabajo.  Ojo con la yapa, y buen provecho!!

viernes, 7 de septiembre de 2012

El Ceibo: la oveja vegetal


Ceiba Trichistandra. Parque Nacional Machalilla, Manabi.
Foto de Pete Oxford para National Geographic

El cálido viento de las vacaciones mengua su soplido y, con el, la costa se despide hasta el próximo feriado lo suficientemente largo como para regresar a respirar su salino aire. Entre los recuerdos clásicos, aunque a veces desapercibidos, nos queda el colosal Ceibo.

El ceibo, con sus especies: Ceiba Pentandra y en especial Ceiba Trichistandra, es un árbol propio de la región costera ecuatoriana. Es de característica caducifolea (pierde las hojas una parte del año, durante la estación seca), llega a tener una altura de entre 20 a 40 metros con un diámetro de 1 a 2 metros –llegando a los 4 en algunos casos- y su floración, que forma racimos, es roja. Su fruto es capsular y llegado el momento se abre mostrando un copo de “algodón” al mismo tiempo que dispersa sus semillas. El tronco es fornido, de forma abombada y color verde.

Los ceibos son característicos del bosque seco del litoral. Su importancia ecológica es relevante en las zonas en donde crece. Las grandes raíces en las que se sostiene detienen la erosión del suelo,  su tronco leñoso absorbe grandes cantidades de agua en la época lluviosa y hace las veces de reservorio durante la época seca, filtrando el agua hacia la tierra y conservando así su buen estado. De igual forma este coloso sirve de habitad para muchas especies animales.

El poder visual del ceibo es impresionante. Basta salir de Guayaquil hacia la península para verlos, majestuosos, coronando una cima o regados en las planicies de arbustos secos en los que tienen pocos rivales. Leopoldo Benítez Vinueza los llama, con una metáfora sugerente como graciosa, la “oveja vegetal” por el vellón blanco que les cubre cuando cae su flor. Pero no hay duda que el mayor espectáculo de estos arboles, por el número y variedad de formas, lo encontramos en Manabí, y dentro de esta provincia de manera especial en Montecristi y Jipijapa. Ciertamente el paisaje seco de estas zonas perdería mucho de su esplendor sin la presencia del colosal Ceibo.

Su imponente forma no los salva del peligro. Su escasa “utilidad” –mas allá de su estética- representada por la “lana” que desprende para las ya casi extintas almohadas y colchones de lana de Ceibo, hacen que su conservación o cultivo no sea prioritario. La expansión de la frontera agrícola, la urbanización y las obras públicas lo ponen en peligro. Pocos arboles son tan representativos de una zona o región como lo es el ceibo, quizá encontremos su símil –aunque mas localizado- en el capulí azuayo, por lo que su conservación debe considerarse con la seriedad que amerita.

Referencias y más información:

ESPOL: arbol de Ceibo

El Ceibo, gigante que ayuda a equilibrar el ecosistema costero.

Doce especies de arboles que tienen madera guayaquileña

jueves, 30 de agosto de 2012

Más Flow


Joven Cicerón leyendo, de Vincenzo Foppa

Tranquilos!! no salgan despavoridos del blog. Esta publicación no está dedicada al último éxito reguetonero, sino al bienestar. Muchos hemos experimentado (o con más precisión, según una encuesta hecha a 6469 alemanes: un 23%  de forma frecuente, un 40% a veces, un 25% raramente y el 12% nunca/no sabe) la experiencia del Flow. Como cuando leemos un libro que nos envuelve y las páginas se van consumiendo rápidamente, o cuando nos preparamos para un examen y nos quedamos absortos observando la tecnología de la tapa del esfero, o mientras realizamos un trabajo rutinario de forma continua hasta completarlo. Todas esas experiencias se enmarcan en el Flow.

El termino Flow -fluir-, acuñado por el psicólogo Mihaly Csikszentmihalyi, consiste en un estado placentero en el que una persona está absorta en una actividad que le motiva y que puede desempeñarla por un tiempo prolongado (Rodríguez et al s/f, 3). El Flow se presenta en situaciones en las que existen objetivos claros a ser alcanzados, de forma que la persona no tenga que cuestionar su labor sino únicamente desempeñarla. Este caballero, junto con otros psicólogos, es pionero en los estudios sobre la felicidad y en la llamada Psicología Positiva.

La Psicología Positiva es eso: psicología, pero desde otra perspectiva. La psicología tradicional se ha centrado en la experiencia anómala. Los trastornos de la conducta así como la terapéutica a ser utilizada en tales casos, ha marcado el estudio de la conducta humana por lustros. La fisiología ha aportado a través de los descubrimientos de la relación entre hormonas y placer pero no ha habido una disciplina dedicada exclusivamente al bienestar psíquico de las personas (con o sin trastornos). La psicología positiva, entonces, trata de buscar ya no la patología sino las virtudes y experiencias que puedan contribuir a una vida más dichosa.

La experiencia del Flow es parte de esta psicología positiva. Las tradiciones contemplativas orientales y occidentales han hecho uso del flow de diversas maneras. La meditación, los ejercicios -verbales o físicos- repetitivos (tipo mantram), los ritos con componentes monótonos, y que en general requieren de focalizar la atención y repetirlos de forma voluntaria, llevan a la persona a un estado absorto que lo aleja del estrés y el sentimiento de incapacidad (y de paso de la elección, que suele ser bastante estresante).

De ahí la relevancia de buscar mecanismos que nos brinden estados mentales positivos. No es algo de solo pensarlo (así seria sencillo para todos, no) requiere un trabajo continuo y no exento de caídas. Recordemos que las hormonas del estrés hacen su agosto en la mente no ocupada. Actividades recreativas como el bricolaje, jardinería, origami, lectura, ejercicio relajado, etc. nos permiten acercarnos al flow. Csikszentmihalyi nos dice que, paradójicamente, los periodos más complejos para lograr el flow son los ratos libres porque no tienen un objetivo fijo (como cuando se juega o desempeña un trabajo) y esta experiencia nos aleja del flujo. Por lo tanto es necesario buscar actividades que nos envuelvan, sean significativas, nos brinden satisfacción y nos acerquen mas al flow!!

Referencias:

Csikszentmihalyi, M (1997) “Finding Flow”
Rodriguez, A., Cifre, E., Salanova, M. (S/f)“Analizando el Flow: Experiencias óptimas en el uso de Tecnología de la Información y Comunicación (TIC) en estudiantes” Universidad Jaime I.

domingo, 26 de agosto de 2012

El juicio de los expertos.


No es poco frecuente que cuando vemos noticias, ya sea por interés propio o porque las circunstancias lo ameritan, en el set de opinión esté presente el experto. Este individuo que sustenta su criterio en base a su formación y, más aún, a su experiencia, es quien de cierta forma dirige la opinión pública sobre un tema determinado. Una vez que estamos (in)cómodamente escuchando o viendo al/los protagonista(s) de la información, es importante que prestemos atención a quien la emite (individuo o grupo) y a su manejo.

De acuerdo a James Surowiecki, los grupos amplios suelen realizar mejores juicios que los grupos pequeños y centralizados (y por ende que los individuos) pues, entre otras cosas, un grupo amplio aporta diversidad de opinión, descentralización y combinación de juicios. De esta forma el error puede estar presente en la predicción hecha por el experto.

El acceso a la información (característica de los expertos) tampoco es garantía de un juicio acertado. De acuerdo a una encuesta realizada por la Fairleigh Dickinson University a 612 nativos de New Jersey, en donde se comparaba las respuestas a una encuesta sobre Egipto y Siria entre televidentes de Fox News y personas que no ven noticias, se encontró que aquellos encuestados que no veían noticias acertaban más que aquellos que si lo hacían.

Como vemos, la experticia no basta para emitir juicios acertados. Tomar la palabra del experto como cosa sentada podría ser equivocado. Consideremos primero que el criterio de un grupo (un think tank por ejemplo) podría dar mayores luces sobre un asunto en particular, y luego que el acceso a la información no es base suficiente para “predecir” comportamientos o hacer juicios futuros. El problema quizá se deba a la centralización del criterio (visión en “tubo”) y a la excesiva confianza de los expertos.

Lo antes descrito nos puede enseñar, al menos dos cosas. Primero: quizá sea más oportuno realizar juicios informados, tentativos y en el mejor de los casos socializados para acercarnos más a la emisión de un juicio certero. Segundo: no es suficiente que una persona sea conocida como “expert@” para darle la última palabra sobre un asunto. Esto podría llevar a la falacia de autoridad, sesgando nuestra visión y criterio sobre un tema.

La cuestión no estriba en no hacer caso al experto sino en pedirle mayor rigor y que su trabajo sea antes riguroso que artesanal. A la vez también nos llama a bajar del pedestal a unos cuantos “expertos” de provincia que han hecho fama gracias al favor público y al manejo mercadotécnico.

Referencias